El apresuramiento en la mesa es mundial y comenzó a
producirse en la revolución industrial, pero nunca tuvo tanto auge como
actualmente. Muchas veces comemos solos frente a la
computadora o el televisor, leyendo, manejando, trabajando…
La aceleración comienza desde la granja ya que
se utilizan pesticidas, fertilizantes químicos, hormonas del
crecimiento, modificación genética, todo para reducir el costo y hacer
que el ganado o la cosecha crezcan mucho más rápido en lugar de darle el
tiempo natural que necesitan.
Muchas personas son consumidoras de la comida
rápida, no solo en la calle, sino también en casa haciendo un pedido o
preparando comidas pre-cocidas.
Pero existe un movimiento dentro del Movimiento
Slow que se propone persuadir esta rapidez en el campo, la cocina y la
mesa, llamado Slow Food y que defiende todo lo contrario: productos
frescos y locales, recetas de la abuela, cena compartida en familia y
amigos sin televisor… es decir que promueve el placer.
Este movimiento
nació en Bra, que es un pueblo de la ciudad de Turín (Italia), tiene
como símbolo el caracol y publica una revista trimestral en 5 idiomas y
guías de alimentos y vinos artesanales.
Todos podemos beneficiarnos si aplicamos la
lentitud a nuestros hábitos alimentarios, saboreando los alimentos y
prestando atención a lo que hacemos.
En varios países se realizaron estudios cuya
conclusión es que los chicos que comen en familia suelen tener mejor
rendimiento escolar, tienden a padecer menos estrés, fumar y beber a
edad temprana.
Es importante que el adulto también se tome el tiempo necesario para su almuerzo en el trabajo.
Slow Food = Equilibrio en cuerpo y alma. Lo ponemos en práctica?
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